- Viviana Mondragón Morales
Inspirar para transformar
“Todo gran éxito de equipo se logra motivando positivamente y reconociendo al otro como persona.”
Fragmento del libro Las Huellas del Líder.
¿Cuál es la intencionalidad del liderazgo?
Hay dos grandes elementos que nos han sido otorgados junto con el nombre de jefe y con el rol de líder:
El poder de la palabra
La fuerza del ejemplo
Cuando hacemos parte del grupo de referenciación de diferentes organizaciones y comunidades, no sólo somos nosotros, nos convertimos en referentes de otros que los limitan o potencializan con nuestra manera de hablar y de actuar.
Podemos avivar esperanzas o fortalecer miedos.
Cada palabra y frase que decimos en voz alta o que enviamos en un mensaje escrito, está llena de verdades absolutas para quienes la reciben. Entre más confianza y credibilidad tengan estas personas en nosotros, mayor será el impacto de nuestro mensaje sobre sus propias vidas.
Con lo que decimos, podemos ayudar a cada persona para que descubra lo mejor de ella y darle ese impulso de certeza que le permita decidir y actuar en pro de su propio crecimiento y desarrollo. O podemos acentuar sus fantasmas y temores, paralizando sus esfuerzos y sus ilusiones, y generando frustración y desesperanza.
Cuando alguien llega a mí, trato de escucharla con atención, y esa atención significa no sólo oír lo que dice sino entender su contexto y comprender lo que sus emociones transmiten a través de su mirada, su tono de voz y sus gestos, lo que llamamos el lenguaje no verbal.
Escuchando realmente a la persona, puedo brindarle una guía oportuna y es justo en esa respuesta que transmita, que podré poner una semilla de fe que lo fortalezca o abrir una grieta de duda que lo resquebraje. Por eso es tan importante, también el prepararse y contar con la disposición que precisa ese instante de verdad entre colaborador y líder.
Simplemente: coherencia.
Como lo expresé en el libro “Las huellas del líder”, de acuerdo a la emoción que nos motive será la inspiración que logremos en los otros. Y, en definitiva, sólo hay dos emociones esenciales que gobiernan nuestras acciones:
Actuamos motivados por el miedo
O actuamos motivados por el amor
Cuando el miedo es el que nos dirige, el maltrato surge en quehaceres, gestos y agresiones. La autoestima entra en juego y sufre bajas, lo que afecta también la eficacia de nuestros colaboradores y del equipo mismo.
Mientras que cuando es el amor el que gobierna, la tolerancia y la guía llegan de su mano, generando oportunidades, renovando personas y relaciones aún después de errores y fracasos, potenciando las capacidades de personas y equipos para afrontar con éxito nuevos retos y responsabilidades, para extender la cadena de colaboración con otros, llevando a la organización a un nuevo nivel de eficiencia y motivación.
Cuando las palabras y las acciones actúan en concordancia entre ellas y alineadas con los propios pensamientos, inspiramos a quienes nos rodean y con ello incentivamos la transformación positiva de sus propias creencias y convicciones, llegando incluso a extenderse al plano de lo personal y lo familiar.
“Cuando el líder permite sutilmente que cada persona sea aún mejor de lo que ella misma espera ser, y llegar aún más lejos de lo que ha soñado, hay una verdadera puesta en marcha de la inspiración, una real transformación impulsada por el líder, pero concretada a manos de cada uno de los liderados”.
Sería valioso entonces hacer un alto en el afán de la urgencia del día a día y preguntarnos:
¿Qué tipo de transformación estoy motivando en otros con mis palabras y mi ejemplo?
Si la respuesta no es satisfactoria, es el momento apropiado para reinventarse e iniciar un nuevo día.