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Aprendizajes en el Club DUCIS: Acerca de La Ética: ¿Bien estar personal vs bien estar organizacional


“¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Qué va a ser de mí?”

“¿Qué me gusta? ¿Qué me apasiona? ¿Qué me conecta?”

Preguntas que aparecen en nuestra mente en diferentes etapas de la vida, que son vitales en la definición de nuestro camino en el inicio de la juventud.

Conectarse con el otro a partir de su realidad, identificar cómo sirvo al otro a partir de mis experiencias y vivencias fue el cuestionamiento que nos acompañó en el encuentro del Club DUCIS del mes de junio.

Al hablar de ética y valores no podemos separarlo de nuestra responsabilidad familiar y educativa. Siempre estamos impactando en la formación de los otros, especialmente de los niños y adolescentes, que ven nuestros comportamientos (palabras y acciones) como el modelo a seguir y a replicar cuando se acerquen a su adultez.

En nuestro país, es importante que identifiquemos qué piensa nuestra juventud (rural y urbana), a qué aspira, quién lo inspira… El potencial que tenemos como país está directamente relacionado con el potencial de nuestra gente, y es a través de las oportunidades y de la formación con el ejemplo que aportamos inicialmente en su fortalecimiento y desarrollo.

La replica de nuestros propios aprendizajes acompañan tal formación, replicamos nuestro respeto por la naturaleza, valores como el respeto y la responsabilidad y la ética presente en nuestros actos, alineada con nuestra coherencia, forman la cultura de nuestro entorno y nuestras ciudades.

¿Qué valor o antivalor estamos reforzando socialmente? ¿Se señala y rechaza lo correcto, se premia la viveza? ¿Se justifica lo incorrecto?

Casos de empresas constructoras e industrias de renombre, colegios y universidades, bachilleres y aspirantes a la educación superior, son impactados por comportamientos no éticos de las personas que las conforman o participan en ella. No es cuestión de las instituciones en sí, si no de las personas que hacemos parte de ellas y sobre todo, de las decisiones y las acciones que tomemos a partir de identificar estos comportamientos que destruyen riqueza social (cultura, economía, familia, sociedad).

En un país donde le damos mayor peso al dinero y a la viveza, requerimos puntos de oxigenación que le muestren opciones diferentes a niños, jóvenes y adultos, que muestren y demuestren la importancia del respeto como base para un mejor presente y futuro.

¿Qué lenguaje usamos? ¿Cómo nos expresamos? ¿Cómo nos referimos a/de otros? ¿Quién dijo que tiene que ser así?

La grandeza de las palabras simples, son un reflejo de cómo me veo en el mundo.

¿Soy dueño y amo del entorno?

Nosotros pensamos que somos parte del entorno, no dueños de éste, y al serlo tenemos un compromiso con los otros seres y elementos que lo conforman, por lo tanto, el respeto se convierte en el valor fundamental para vivir en bien+estar nuestra vida y crecer conjuntamente, sosteniblemente, lograr el bien+estar de las organizaciones, las ciudades, el país, el mundo.

La autoestima y las creencias personales aportan al sistema de valores que cada uno de nosotros tiene. Buscamos pertenecer a grupos sociales a partir de lo que creemos que es importante, y a partir de ello, basamos nuestro esquema de decisiones y de acciones. El deseo de ser aceptado se puede convertir en una “adicción” que nos lleva a cualquier acción para lograr pertenecer o mantenernos dentro de ese grupo social “aspiracional”, y eso es lo que abre la delgada fisura entre lo correcto y lo no correcto.

Nuevamente el tema de la educación con valores, la enseñanza desde el ejemplo, el desarrollo del pensamiento crítico, la aceptación de nuestras capacidades y el incentivar una ambición sana (que no perjudique al otro) se hace relevante. Y esto se da, primeramente, en las familias, seguidamente en las instituciones de educación y posteriormente, en nuestras empresas.

Cuidar del “merecimiento extremo”, no merezco nada a lo merezco todo, para lograr la justa medida que permita un adecuado desarrollo de nuestra autoestima y del autoconcepto.

Debemos crear “linternas” que brinden luz y guía. No podemos cambiar toda una cultura, sin embargo, sí podemos abrir caminos y mostrar opciones.

“Yo entiendo que lo que les falta a los seres humanos es amor, amor es diferente a enamoramiento”. – Margarita Diez, Consultora y facilitadora organizacional.

El bien estar personal, a costa de qué o quién, debe estar alineado con el bien estar organizacional, el colectivo, somos parte de un todo, un sistema común que resulta impactado por nuestras decisiones y comportamientos. Estamos fragmentados y es relevante la unión de las partes. Si sólo pienso en que yo esté bien sin tener en cuenta lo que pase con los otros, a la larga eso afectará también el que yo continúe estando bien.

“Consciencia sin consciencia”, a través de semillas de solidaridad y de respeto que enseño yo a los otros y que ellos me enseñan a mí se impacta benéficamente a nuestro entorno.

Para ser multiplicadores y aportar en “ser buenas personas” a pesar de las dificultades debemos tener en cuenta:

Sólo debemos tomar la decisión de HACER LA DIFERENCIA a través de acciones con respeto y amor por sí mismos y por el otro, enfocados hacia un propósito con sentido.

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